Qué difícil resulta cuadrar las agendas últimamente. Hace un mes desde la última vez y lo recuerdo bien porque tenía la regla y no fue todo como tenía que haber sido. Se han sucedido las llamadas y los mensajes durante cuatro semanas sin poder encontrarnos. ¡Qué ganas! No veía el momento…
Hablamos hace un par de días y le informé de mis próximos movimientos, acordamos el día… Terminando de comer le he escrito para recordarle que estaba libre y que podía ir sin problema al punto de encuentro. Ya no es necesario especificar mucho, sabemos dónde y cómo. El código está muy claro.
Me ha respondido enseguida, parecía que no podría ser. Los primeros planes han cambiado… Me he vuelto al trabajo… Dos horas después ha sonado el teléfono, su nombre en la pantalla. Una sonrisa gigante en mi cara. Sabía para qué me llamaba.
He pegado un brinco. Corriendo al baño. Cepillado de dientes. Coleta. Perfume. Retoque de maquillaje y pantys fuera. No sé qué pasará pero no vamos a perder tiempo con los pantys. He abierto el cajón y rápidamente me he puesto unas medias. Tampoco hay tiempo para liguero así que banda con silicona. Ya ha caído la tarde y empieza a hacer frío cuando se va el sol. También me llevo el abrigo. Bolso, llaves y saliendo.
Llego al sitio y para mi sorpresa hay varios coches y gente. ¡Jo! Es demasiado pronto… Él aún no ha llegado. Le llamo mientras salgo. Es una zona bastante despejada de la ciudad. No responde. Nos cruzamos en la calle. Paramos.
Me paro un momento y dejo que me adelante, no tengo muy claro a qué lugar se refiere. Llegamos al sitio. Él sale rápido del coche y viene a abrirme la puerta. Me besa. Cuánto tiempo, susurra… Salgo, enseguida me pongo el abrigo. Voy hacia el suyo, es más cómodo. Me abraza y vuelve a besarme. No esperaba tantos mimos.
Las manos van a su ritmo, a su libre albedrío. Tenía ganas de tocarle. Olerle. Besarle. Que me besara. Me aprieta contra su cuerpo y noto la erección fuerte. En milésimas de segundo me humedezco. ¿Cómo puede ser? Hace treinta segundos que nos estamos besando, como mucho.
Soy la primera que no puedo parar. Sus manos ya están bajo mi vestido. -Cómo me gustan tus vestidos y… ¡Qué sexy!- exclama al descubrir las medias. Estoy completamente pegada a él, cada vez su pene está más erguido. El vestido ya casi en la cintura. Menos mal del abrigo. El pantalón ya se lo he desabrochado. Sí, estamos en medio de una calle. Junto a su coche, bajo un árbol. Su mano bajo mi tanga y la mía bajo sus bóxers. Le cojo con fuerza el pene mientras él me masturba y me besa el cuello. Me alejo un momento y le miro fijamente. ¿Síii?, le pregunto. ¡Sí!, responde con rotundidad. Nos acercamos de nuevo. Meto la mano en el bolsillo del abrigo mientras sigue masturbándome y saco el condón. Se lo coloco y enseguida me penetra. ¡Qué ganas tenía! Más de un mes sin estar con él. Ahí, de pie. Cualquiera podría sorprendernos… movimientos bruscos, rápidos, profundos… fruto de esa contención, de esas ganas. Le veo que está a punto de correrse. ¡No! Le digo, ni se te ocurra… seguimos el ritmo… y me corro justo a tiempo, un segundo después se va él… ¡Fantástico! Aunque enseguida nos colocamos la ropa, él mira la hora. Seguro que nos hemos pasado…
Terminamos de acicalarnos. Justo en ese momento pasa un coche. Nos despedimos con un fuerte abrazo y cada uno sigue con su rutina. Un encuentro furtivo y fugaz de casi cuarenta minutos.
2 Comments
que cosa tan preciosa,incluso me he mojado.Besos.Marta Lain
Y a mí me has dibujado una sonrisota. Gracias Marta!!! xx